AIKIDO

El Aikido es un arte marcial defensivo, desarrollado por el maestro Morihei Ueshiba a partir del deseo de que el individuo desarrolle su máximo su potencial física y mentalmente.
Uno de los significados de la palabra Aikido es “el camino para armonizar nuestra energía interior con la energía cósmica”.
La armonización comienza con uno mismo, en el trabajo diario de realizar los movimientos del Aikido, luego coordinarlos con las personas con quienes se practica en el Dojo. Este trabajo de armonización se va trasladando imperceptiblemente por el practicante de Aikido a sus grupos de interacción: amistades, familia, trabajo, etc.
La práctica desarrolla una buena postura corporal, equilibrio corporal-mental, flexibilidad, balance corporal y centrado en eje corporal, sincronización y sincronicidad, resiliensia (en el caer y levantarse constantemente), relajación corporal y calma mental, lo que hace al Aikido beneficioso para la vida cotidiana.

 El ambiente de práctica de Aikido es sumamente sano y cordial, debido a que no se desarrollan competencias y cada practicante aprende del otro, compartiendo alegremente las clases. No se requiere de una personalidad agresiva para practicarlo y el practicante irá adquiriendo fortaleza y potencia en sus movimientos. El único deseo en Aikido es  superarse uno mismo, no a otros. Esto provoca una apertura mental beneficiosa para el practicante, que se contagia en su entorno social. La intensa práctica produce relajación, bienestar y tranquilidad en las personas, lo que nos prepara para enfrentar desde otra perspectiva nuestros problemas cotidianos.
El Aikido es el Arte de la Paz: sus técnicas -si bien efectivas- no son empleadas para destruir sino para persuadir al oponente a encontrar la paz.

El Aikido comparte la filosofía Zen y la práctica produce la relajación y unificación de cuerpo y mente, disociada por los conflictos de la vida cotidiana. El Zen y la Via del Budo enfatizan la impermanencia de la vida y nos enseñan a estar en el momento presente. En última instancia, el guerrero libra sus batallas cotidianas contra sí mismo, intentando arrojar los engaños e ilusiones de la mente y pulir el propio ser, llegando a ser incondicionalmente presente. Los movimientos de Aikido son circulares y redirigen los ataques lineales en círculos, buscando la unificación con el atacante disipando toda agresión. El trabajo personal implica disipar los sentimientos o emociones negativas.
También se aprende a caer a salvo, lo que se transforma en una forma adicional de auto defensa y cuidado para nuestra vida diaria.

En Aikido no se enfrenta fuerza contra fuerza, por lo tanto no es necesario ser fuerte para empezar; sin embargo a través de la práctica consistente el practicante se fortalece y adquiere calma, seguridad, confianza en si mismo, mejorando su autoestima. Ya que la práctica de Aikido siempre se realiza con un compañero, el aprendizaje es mutuo. Esto crea un especial espíritu en el Dojo (lugar de práctica). En pocas palabras, Aikido es bueno para tu cuerpo, tu mente y tu corazón.
Y también es divertido!