ACERCA DE LA PRACTICA DE ARMAS EN AIKIDO

por Chiba Kazuo Sensei

Un estudio de la unidad del cuerpo y la espada

Mucha gente me ha preguntado acerca de la relación entre el entrenamiento de las artes corporales y el de las armas en Aikido. Muchas de esas preguntas fueron influenciadas por las opiniones, positivas o negativas, de instructores profesionales de Aikido en cuanto al entrenamiento con armas, tanto aquellos que incorporan de forma positiva el entrenamiento con armas en sus prácticas de Aikido, como aquellos que no lo hacen. Estas prácticas opuestas generan inevitablemente confusión entre los practicantes de Aikido en general. Renuentemente reconozco que la tendencia a discutir si es correcto o incorrecto, o mejor o peor, se funda en ideas sobre si el entrenamiento de armas o de las artes corporales son la base de la práctica del Aikido.

He respondido estas preguntas una por una cuando me fueron formuladas. Sin embargo, he comenzado a pensar que no he logrado satisfactoriamente mi responsabilidad de presentar estas respuestas de forma fragmentada. Por lo tanto, he decidido describir claramente mi posición y mis creencias ante este tema, así que aquí presento mi respuesta exhaustiva a todos aquellos quienes me han formulado sinceramente dichas preguntas en el pasado.

Las preguntas que me han hecho se clasifican dentro de las siguientes categorías:

¿El Aikido basa su entrenamiento en el entrenamiento de las artes corporales o en el entrenamiento de las armas?

¿Cuál es la importancia de las armas en el Aikido?

¿Cuál es la posición y punto de vista de O-Sensei en cuanto al entrenamiento con armas?

¿Por qué entre los Shihan profesionales de Hombu algunos entrenan con armas y otros no?

Ya que estas preguntas están estrechamente relacionadas, me gustaría responder primero en forma general y luego tocar las bases de estos asuntos en vez de responder a cada pregunta de forma individual.

Primero que nada permítanme establecer que yo no he visto ningún documento histórico o técnico que indique claramente que las artes corporales en el Aikido están basadas en el entrenamiento con armas, ni tampoco he escuchado tal aseveración de parte del mismo O-Sensei.

No obstante, hay algunos pasajes de algunos libros que he leído que levemente mencionan este concepto. Uno de estos pasajes lo pueden encontrar en el primer libro relacionado con el Aikido, publicado por Kowado en 1958. El libro se titula Aikido y fue escrito por Kisshomaru Ueshiba bajo la supervisión de Morihei Ueshiba. En este libro, Kisshomaru Ueshiba Sensei dice: “En el Aikido todos los movimientos que se realizan son exactos a los movimientos realizados con espadas. Hay muchas áreas [en Aikido] que pueden ser entendidas fácilmente al ser explicadas usando los conceptos del manejo de espadas…”

Un segundo pasaje en el libro Aikido establece que “…los movimientos [del Aikido] están basados en el concepto de que la espada es una extensión del cuerpo. Por lo tanto, si uno sostiene una espada en su mano mientras realiza un movimiento [de Aikido], éste se convierte en un claro caso de un movimiento corporal basado en el manejo de la espada, y por consiguiente, básicamente expresa la unificación del cuerpo y la espada…”

Más evidencia al respecto se consigue en un libro, el cual no es un libro técnico de Aikido sino uno que contiene las memorias de un antiguo luchador de Sumo, Tenryu, quien retó a O-Sensei a una pelea y fue derrotado por él. En sus memorias, Tenryu recuerda: “Estaba en la cumbre de mi carrera. No tenía nada a qué temer en esos días. Ahora que lo pienso, era un poco engreído hasta que me enfrenté a un incidente que me hizo entender la profundidad y lo aterrador de las verdaderas artes marciales japonesas. Esto hizo que dejara de ser engreído”.

Luego de describir su estado mental antes de que retara a O-Sensei, Tenryu pasa a describir el Aikijutsu de O-Sensei: “…este [Aikijutsu] es el arte marcial supremo, el cual incorpora el concepto del manejo de espadas en el movimiento del cuerpo”.

Desafortunadamente, no tengo una copia de las memorias de Tenryu conmigo mientras escribo esto para poder citarlo textualmente, pero la cita del párrafo anterior es lo que él recuerda esencialmente.

Reconozco que los ejemplos presentados arriba no describen clara y sistemáticamente la unificación del cuerpo y la espada en el Aikido. En el contexto en el cual están situados no son conclusiones obtenidas sistemáticamente de evidencia estructurada técnicamente sino, en cambio, declaraciones basadas en la experiencia, los sentimientos y las impresiones de un individuo. Estrictamente hablando, dichas declaraciones carecen de fundamentos lógicos para soportar las críticas técnicas e históricas. Necesitamos esperar a que se realicen más investigaciones al respecto.

Sin embargo, hablando francamente, discutir sobre qué fue primero, el entrenamiento del cuerpo o de las armas, es como preguntar qué fue primero, el huevo o la gallina. No contribuye de forma positiva o constructiva a nuestro entrenamiento práctico.

Yo soy una persona práctica y baso mis decisiones en situaciones actuales. Basándome en los hechos derivados de mis propios años de entrenamiento, me queda claro que en sus raíces más profundas el Aikido expresa la unificación del entrenamiento de las artes corporales con el entrenamiento de las armas, tanto física como filosóficamente. Esta es una verdad empírica, de modo que no se requiere documentación histórica o evidencia. Al mismo tiempo, como practicante que observa este asunto desde el punto de vista práctico, puedo decir que los instructores profesionales de Aikido, los que practican con armas y aquellos que no lo hacen, expresan aspectos inevitables y necesarios del continuo desarrollo del Aikido.

Por un lado, si partimos de la premisa de que el Aikido es un arte marcial en el cual las artes corporales son el objetivo final y la fase final del entrenamiento con armas, se puede concluir lógicamente que las artes corporales son entonces la máxima expresión de las artes marciales. Por consiguiente, las interpretaciones de aquellos profesores que prestan mayor atención a las artes corporales tienen mayor sentido común.

Por otro lado, tal y como pude atestiguar con mi propia experiencia, si partimos de la premisa de que el Aikido fundamentalmente presenta la unificación del trabajo y manejo del cuerpo y las armas, el estudio de las armas como una expansión del entrenamiento del cuerpo se convierte en un paso natural y necesario para el desarrollo de Aikido. Estas perspectivas no necesitan ser comparadas para saber cuál es más legítima o mejor. Ambos aspectos deberían ser aceptados como inevitables y necesarios para el desarrollo del Aikido.

Que un practicante mantenga una u otra idea no es necesariamente el resultado de un pensamiento lógico y razonable, tiene que ver más con las tendencias o sensibilidades humanas individuales. Hay una fuerza innegable trabajando en lo más profundo de nuestras conciencias. Uno podría incluso llamarla destino. Esta fuerza es similar en su naturaleza a la fuerza que trabaja para guiarnos hacia otro encuentro aún más fatídico, como el encuentro entre un hombre y una mujer. Interactuamos con muchas personas, pero finalmente terminamos con una sola esposa.

En lo que a mí respeta durante estos 40 años de mi vida que llevo practicando Aikido, debo decir que mi primer encuentro con O-Sensei y que mi asociación con el Aikido de por vida sólo los puedo describir como uno de esos encuentros con el destino, así como el que ocurre entre marido y mujer. Mi evolución hacia la expansión de las artes corporales del Aikido hacia el entrenamiento con armas es similar a la expansión del mismo encuentro fatídico.

Para explicar en mayor profundidad esta evolución, debo describir un incidente que ocurrió durante mis primeros días de entrenamiento como artista marcial. Estaba estudiando Judo. Pensaba que estaba progresando bastante bien en mi entrenamiento de Judo, sin embargo, en 1956 fui retado por un practicante de Kendo a un duelo. Fui derrotado por completo y golpeado por todo el cuerpo. No pude hacer nada a pesar de mis habilidades en Judo. Aún con todo el conocimiento de Judo que tenía, no tenía cómo defenderme contra una espada.

En ese momento me di cuenta de que no importaba cuánto entrenara ni cuán rápido progresara en Judo, nunca sería capaz de ganar una pelea contra alguien que manejara una espada. También reconocí que, en esa misma situación, un Kendoka sin una espada no sería rival para un Judoka, debido a la habilidad única del Judo para enfrentarse en condiciones en las cuáles se esté desarmado. Este incidente me llenó de desesperanza y confusión, y me llevó a pasar tiempos verdaderamente oscuros.

Decidí que debía abandonar mi entrenamiento en Judo, el cual yo pensé que sería el camino a seguir a lo largo de mi vida. Me quedaba muy en claro que el Judo y el Kendo representaban dos dimensiones completamente diferentes, y que bajo sus propias reglas y condiciones sería imposible pelear en la misma arena. Judo es excelente para el combate mano a mano y Kendo es excelente para cortar y estocar con una espada a distancia (ma-ai,) pero ninguna de las dos contiene ambas características. Yo estaba buscando el arte marcial supremo que incluyera ambos elementos.

En mi profunda angustia y confusión, mientras todavía no era capaz de conseguir mi futura dirección, me sentía como un hombre sediento buscando una gota de agua en un desierto. Deambulaba por las calles de Tokio buscando algo que tal vez ni siquiera existía. Fue entonces cuando en una librería encontré el libro mencionado anteriormente escrito por Kisshōmaru Ueshiba. Había una pequeña foto de O-Sensei en el reverso de la primera página. Cuando la vi supe instintivamente: Este era el hombre a quién he estado buscando para que fuera mi maestro por el resto de mi vida. Tomé la decisión en ese momento y ahí: Sin importar lo que costara, iba a ser su discípulo. Era mi destino.

Sin embargo, como no tenía ningún conocimiento de Aikido, el libro no tenía mucho sentido para mí sin importar cuántas veces lo releyera. Considerando mi conocimiento en artes marciales para ese momento, el libro Aikido estaba más allá de mi comprensión. El único pasaje del libro que me dio una ligera esperanza fue el pasaje que cité anteriormente en cuanto a la relación entre el cuerpo y la espada. El pasaje era corto; no obstante, instintivamente fui capaz de percibir la posibilidad de que el Aikido podía contener la respuesta a mi desesperación. En ese momento decidí que el Aikido era el arte marcial que estaba buscando, al cual dedicaría el resto de mi vida. Mi vida ya tenía una dirección clara.

Que yo recuerde, O-Sensei nunca hablaba acerca de la relación entre las artes corporales y el entrenamiento con armas. Sin embargo, luego de observar su vida a diario no me queda ninguna duda de que él encarnaba y claramente mostraba la unificación del cuerpo y la espada, tanto en su propia presencia como en su Aikido. En lo que a mí respecta, las enseñanzas de O-Sensei con armas no tenían una estructura obvia, siempre fueron naturales y auto-contenidas, fluyendo libremente de él.

Una de las características más importantes que yo recuerdo de O-Sensei, y a la cual considero que no se le ha prestado mucha atención, era que el propio O-Sensei, a pesar de ser un buscador de caminos y un practicante, nunca fue un profesor tal y como se define en la actualidad lo que debería ser un instructor o maestro. Él manifestaba su propio espíritu inagotable hacia la búsqueda del Camino profundo, y éste era el único método que él usaba para guiarnos. Con sus seguidores todo siempre fue sobre ruedas. Siempre andaba libremente comulgando con los dioses. En su actitud, en su día a día, en su gran devoción por los dioses, él nos mostraba el Camino. No prestaba atención a asuntos mundanos.

O-Sensei nos decía una y otra vez: “Si progresan 50 pasos, yo estaré 100 pasos por delante de ustedes”. Estas palabras que sonaban engreídas nos galvanizaron y nos energizaron para seguirlo, pero lo más importante es que en su mente esto era realmente verdadero. Su espíritu se encontraba en un lugar tan elevado que se comunicaba con los dioses libremente durante su rutina diaria. Su actitud y su forma de llevar su vida me parecía que manifestaban una belleza extraordinaria y casi sobrenatural. No había necesidad de interacción basada en el lenguaje ordinario de la vida diaria.

En lo que respecta a las técnicas para entrenamiento con armas, él sólo me enseñó dos métodos. Uno era yokogi uchi, en el cual se colocaba en un estante de forma horizontal un haz de ramas vivas y se le golpeaba con un bokken. El otro método era entrenar balanceando vigorosamente, en el cual usábamos un jo para estocar un protector de torso de Kendo que amarrábamos alrededor de un largo pino. Incluso eso no se consideraría como una verdadera enseñanza tal y como es concebida en el sentido común. Él daba demostraciones en las cuáles atacaba a estos objetivos con toda su fuerza y nosotros sólo tratábamos de copiar sus movimientos.

Después de muchos años de esfuerzo e investigación en Iwama, Saito Shihan organizó un sistema de entrenamiento de armas: desde Ichi no tachi hasta Go no tachi y Kimusubi no tachi, que representan las bases para el trabajo de espada con Sho Chiku Bai. Por necesidad, por el sentido de responsabilidad hacia O-Sensei como su uke, y porque viajé con él durante mis primeros días de entrenamiento, aprendí estas formas de Saito Shihan de manera independiente.

Antes de mi turno (antes de 1960), Tamura Shihan y Nishiuchi Shihan eran los ukes de O-Sensei para las demostraciones con armas. Me esforcé en robarles su forma de manejar las armas y entrené por mi cuenta. No cometer errores era vital y era mi responsabilidad primaria hacia O-Sensei como su uke. Para ese entonces yo era tan solo un shodan, con tan solo un año y medio de entrenamiento en Aikido. Esto me torturaba psicológicamente sin parar. Sufrí todos esos días en soledad. Ninguno de mis sempai del Hombu se ofreció a enseñarme a trabajar con armas.

Mi mayor miedo era deshonrar la fama de O-Sensei por mi falta de entrenamiento apropiado con armas. No quería que la gente viera a O-Sensei, quien era para ese entonces reconocido como un gran artista marcial –uno en un millón, establecido indiscutiblemente en esa posición– y que dijeran, “puede que sea un gran maestro, pero mira a su estudiante. ¿Es eso todo lo que tiene?”

Como atacante tampoco quería que surgiera la situación en la que O-Sensei no pudiera demostrar todos sus capacidades por mi falta de habilidades. Mis viajes con O-Sensei a seminarios alrededor de Japón podían durar entre cuatro o cinco días, o hasta cinco semanas. Lo que todavía recuerdo con mucho cariño es la cantidad de noches que pasé acostado sin poder dormir recordando cómo se había movido O-Sensei ese día y pensando en mi tarea aparentemente imposible de lograr, la cual era entender sus movimientos para mejorar mis ataques de forma tal que la fama de O-Sensei se mantuviera intacta.

Ahora que lo pienso, lo que veo más claramente es el profundo afecto que O-Sensei me demostraba al ponerme en esa situación. No me dejó otra opción: me hizo enfrentar una tarea imposible. Al hacer esto me enseñó una lección: a aceptar mi nivel natural de habilidades tal y como era, y a reconocer que el concepto fundamental de un arista marcial (Budoka) es que uno debe estar listo para aceptar cualquier circunstancia con todo nuestro ser, dejando cualquier arrepentimiento atrás. A través de sus acciones, O-Sensei me enseñó la actitud fundamental de un artista marcial.

La diferencia más grande entre los métodos de enseñanza de las artes marciales y del sistema de educación contemporáneo es que en las artes marciales el profesor pone a los estudiantes en una situación que parece imposible de superar. De esta forma los estudiantes deben luchar por su propia cuenta y buscar la verdad fundamental por ellos mismos, considerando sus capacidades y habilidades, no hay instrucciones verbales, no existe la discusión de detalles. Este es un método de entrenamiento único dentro de la cultura japonesa tradicional. Es un mundo completamente diferente al que propone el sistema de educación actual, incluyendo a las artes marciales contemporáneas.

No siento ninguna contradicción al reconocer que mi método de entrenamiento con armas difiere del de O-Sensei. Lo que yo soy o lo que yo hago hoy en día está basado en la “causa”, en el sentido Budista Mahayanista de “causa y efecto”. Hay una “causa” que me hace ser quien soy hoy, y eso está basado en la acumulación de experiencias durante mi vida y en la manifestación de mi desarrollo personal. Para este momento de mi vida ya he estado buscando seriamente el Camino por más de medio siglo. Todo lo que tengo y todo lo que soy, incluyendo todo el potencial creativo y latente de mi vida de Aikido, existe en este punto de mi vida.

Hay dos elementos que quisiera enfatizar en la discusión sobre los efectos prácticos del entrenamiento con armas en la práctica de Aikido.

El primer elemento se refiere a la constitución del cuerpo ideal. Se trata del “cuerpo de Aikido” del que siempre hablo y de su realización en el cuerpo de uno a través de las fases del entrenamiento de Aikido. La constitución de este cuerpo puede ser observada más fácilmente por medio del manejo de armas que por medio de la observación del trabajo corporal, especialmente en maniobras básicas de armas, tales como los suburi y los ejercicios básicos de jo. Esto se debe a varias razones.

Un factor importante es que en el caso de las artes corporales, el observador generalmente le presta más atención al efecto relativo (impacto) creado por la ejecución de la técnica, y al siguiente movimiento dinámico que ocurre entre quien practica la técnica (tori o nage) y quien la recibe (uke). (Si analizamos el movimiento en términos de causa y efecto, en donde quien practica la técnica es visto como la “causa”, y el resultado relativo que parece ser el resultado de la ejecución de la técnica es visto como el “efecto”, generalmente el observador sólo puede ver el “efecto” y no la “causa”). Al enfocar la atención en el impacto o en la fluidez del movimiento, el observador no logra observar la constitución del cuerpo y el uso que le da el tori o nage.

En cambio, la constitución del cuerpo y las cualidades usadas por el tori (unificación del cuerpo, armonía, mantener el centro, la totalidad, etc.) pueden ser apreciadas claramente por su manejo del jo o del bokken. Desafortunadamente, en el caso de la práctica de las artes corporales, los movimientos del uke frecuentemente contienen ciertos elementos de artificio. No obstante, en el manejo básico de armas no hay lugar para la elaboración consciente o teatralidades del movimiento corporal. Tori debe exponer todo su ser desnudo, un cuerpo totalmente independiente, a los ojos de los observadores.

El aspecto más importante del Aikido es su habilidad única de permitirle a quien practica las técnicas (tori) observar la constitución de su propio cuerpo (la cual es la personificación de su estado mental) mientras ésta se manifiesta en quien recibe la técnica (uke), a través de la relación establecida entre quien practica la técnica y quien la recibe. Quien practica la técnica ve en el espejo del movimiento del cuerpo del uke la presencia de su mente y sus características fundamentales. Debido a esta habilidad única, el Aikido enfatiza el desarrollo de la base espiritual de los practicantes. Por lo tanto, es de vital importancia para los Aikidokas ser capaces de observar la constitución de sus cuerpos y de ver cómo trabajan sus cuerpos.

El segundo elemento que quisiera enfatizar es la relación entre el entrenamiento de Aikido y la edad del practicante. Como seres biológicos que somos, enfrentamos el inevitable reto del envejecimiento y cómo éste acelera e impone muchas restricciones físicas. Muchos de nosotros estamos llegando a esa edad en la que debemos balancear los achaques de nuestros cuerpos con nuestro entrenamiento de Aikido para así extender nuestra vida de entrenamiento. Ha transcurrido casi medio siglo desde que el Aikido fue introducido en Europa y Estados Unidos, y los pioneros que contribuyeron a la fase inicial de su introducción ya tienen entre 50 y 80 años. Es muy triste ver a estas personas, a las cuales considero mis camaradas y compañeros de entrenamiento, retirarse del Aikido. Es una gran pérdida para la comunidad del Aikido si perdemos el conocimiento y experiencia acumulada de estas personas.

¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos recetar para remediar esta situación? Con toda certeza podemos decirles a las personas jóvenes, quienes son el futuro de este arte y su potencial, que es de vital importancia que condicionen y fortalezcan su cuerpo para que puedan extender sus vidas de entrenamiento.

Sin embargo, este consejo no se puede aplicar a todos los practicantes. Se sabe que el Aikido suele atraer a gente de generaciones relativamente mayores debido a su filosofía y naturaleza. Hay muchos casos en los que estudiantes principiantes ya han pasado la edad en la cual el condicionamiento básico del cuerpo ya debió haber ocurrido. Por supuesto que también podemos discutir sobre la importancia de una buena nutrición, y recomendar condicionar el cuerpo de acuerdo a las edades, o introducir la práctica de yoga. No obstante, hablando en líneas generales, debemos dejar este asunto en manos del juicio y selección de cada individuo.

Es muy importante practicar ukemi durante el entrenamiento de Aikido. Sin embargo, no se puede hacer caso omiso del daño que sufre el cuerpo por la acumulación de impactos durante la práctica excesiva de ukemi. Por lo tanto, es muy importante dominar lo relativo al ukemi como un arte independiente. Este es un tema de urgencia para estudiantes mayores. El entrenamiento en suwariwaza, lo cual es una forma básica de entrenamiento muy importante en el Aikido, es también muy difícil para miembros de generaciones mayores. Esto ocurre especialmente en la cultura occidental en donde el hábito más predominante es sentarse en sillas, la debilidad de la parte baja del cuerpo se manifiesta más en las personas mayores, por lo que entrenar en suwariwaza se les dificulta más a ellos.

Pienso que el entrenamiento con armas puede superar potencialmente la tendencia a no observar la constitución de nuestro cuerpo y a remediar las dificultades experimentadas por estudiantes mayores. Durante el entrenamiento básico de armas, las técnicas se realizan de pie, pudiendo haber poco o nada de ukemi y existe suficiente ma-ai (distancia) como para que el grado de influencia del poder y del peso que uno observa en las artes marciales sea limitado (el grado de influencia del poder y del peso varía en relación a la distancia o ma-ai). Por lo que el entrenamiento con armas, al usarlas como una extensión de nuestro cuerpo, le permite a los practicantes estudiar y entrenar los principios del Aikido relativamente libres de diferencias de edad. Una de las razones por las cuales hay más Kendokas mayores que todavía entrenan activamente en comparación con el número de Judokas mayores es que trabajar con armas libera al cuerpo de algunas de las restricciones más severas impuestas por las edad.

El lugar que ocupa el entrenamiento con armas en el Aikido debería ser revisado en términos de estas condiciones presentadas.

Finalmente, estoy convencido de que el principio fundamental del Aikido se encuentra en el muto no kurai –el estado de “sin-espada” o de estar desarmado en un sentido superficial. El principio va más allá de estar armado o desarmado, que además son términos relativos. Sin embargo, en este sentido es suficiente decir que no se nos niega el entrenamiento con armas. El entendimiento técnico y filosófico del muto no kurai es un elemento básico e importante del trabajo que he venido realizando durante toda mi vida.

No ha sido un camino fácil, pero hasta ahora el Aikido no ha traicionado mis expectativas. No obstante, las técnicas altamente pulidas y unificadas con los profundos principios filosóficos en las bases de este arte han hecho que mi búsqueda haya sido increíblemente difícil. Varias veces he entrado en profunda desesperación, porque no importaba cuánto entrenara, o qué tanto recorriera del camino, no era capaz de comprender su totalidad. Pero al mismo tiempo, hay un destello de algo noble que logro vislumbrar de vez en cuando en mi entrenamiento diario que me hace sentir que estoy vivo y que me motiva a continuar por este camino.

El Aikido es un arte noble. Debido a su nobleza es muy frágil y fácil de dañar, pero gracias a su gran fragilidad el Aikido nunca ha dejado de ser preciado para mí.

Notas del autor.

Para apoyar la perspectiva expresada en este artículo, quisiera mencionar la relación entre el Aikido y el entrenamiento de Iai Batto Ho. Mientras se entrena bokken es importante entender el concepto de cortar ya que una espada real corta cuando es usada apropiadamente. Este sentido de cortar es difícil de alcanzar solamente por medio del entrenamiento con bokken. Iai Batto Ho le permite al estudiante entender correctamente los métodos para el manejo de las espadas. Adicionalmente, la persona que me introdujo al camino del Iai Batto Ho fue el mismo O-Sensei.
También me gustaría mencionar que aunque parezca que en este artículo critico al Judo o al Kendo, no tengo ninguna intención de hacerlo. Las evaluaciones expresadas sobre estas artes fueron las conclusiones a las que llegué cuando era un niño de 16 años con la experiencia e impresiones que había acumulado. A través de esta experiencia conocí al maestro de toda mi vida, Morihei Ueshiba, y vi claramente cuál era el camino que seguiría. No fue mi intención criticar. Sé exactamente cómo son el Judo y el Kendo en realidad, y escribo este ensayo con todo respeto hacia esas artes marciales.